(Versión original de Charles Perrault, sin final feliz.)
Había una vez un preciosa muchacha que vivía en una pequeña aldea, era ás bonita que jamás se había visto en aquel lugar. Su madre la quería mucho, y su abuela la adoraba aún más. Un día su abuela le regaló una pequeña caperucita roja hecha por ella, y le quedaba tan bien a la linda niña esa caperucita roja que todos la llamaban Caperucita Roja. Un día, su madre, después de cocinar, le dijo: «Caperucita, tienes que ir a ver cómo está tu abuela, porque he oído que ha estado muy enferma.» Cogé una cesta grande, y llévale este pastel y sopa, le vendrá muy bien para mejorar de su enfermedad.
Caperucita Roja se puso en camino de inmediato para llegar lo antes posible, ya que su abuelita vivía en otro pueblo al otro lado del bosque.
Mientras caminaba por el bosque, un lobo la vigilaba escondido entre unos matorrales, era un lobo muy grande y feroz, y tenía una boca muy grande, con la que podía comerse a Caperucita Roja, pero no se atrevió a hacerlo, debido a que unos leñadores estaban trabajando en el bosque.
Pero si que se acercó a Caperucita Roja y le pregunto:
– Hola preciosa niña, ¿te has perdido? ¿A donde te diriges? ¿Qué llevas en esa cesta?
La pobre niña que era muy buena e inocente, y que no sabía que era peligroso hablr con un lobo, le dijo:
-Voy a ver a mi abuela y le llevo un pastel y sopa que a preparado mi madre.
¿Vive lejos? Dijo el lobo.
Al otro lado del bosque, respondió la Caperucita Roja, está más allá del molino que ves allí, en la primera casa del pueblo.
-Bueno -dijo el lobo-, yo también iré a visitarla, yo iré por otro camino, y veremos quién llega allí primero.
El lobo corrió lo más rápido que pudo, siguiendo un atajo que conocía en el bosque, y la niña siguió el camino que daba un pequeño rodeo, y además se fue entreteniendo recogiendo flores para su abuelita, y corriendo tras las mariposas.
No pasó mucho tiempo antes de que el lobo llegara a la casa de la abuelita.
Golpeó a la puerta: TOC, TOC, TOC
“¿Quién está ahí?”
-Tu nieta, Caperucita Roja -respondió el lobo, suavizando mucho su voz-. “¿Te traigo un pastel y sopa que te envía mi mama?”
La buena abuela, que estaba en la cama, porque estaba algo enferma, gritó: “Puedes entrar, la puerta está abierta”.
El lobo entro en la casa, y se lanzo sobre la buena mujer y se la comió en un momento, ya que había pasado más de tres días desde su última comida. Luego cerró la puerta y se metió en la cama de la abuela, esperando a la Caperucita Roja, que llego un rato más tarde y llamó a la puerta: TOC, TOC, TOC.
“¿Quién está ahí?”
El Caperucita Roja, al oír la gran voz del lobo, se asustó; Pero creyendo que su abuelita estaba resfriada y podía tener la voz ronca, respondió:
“Soy tu nieta Caperucita Roja, que te ha traído un pastel y un poco de sopa que mi madre te envía”.
El lobo contesto, suavizando su voz tanto como pudo, ” Entra la puerta está abierta”.
La Caperucita Roja abrió la puerta y entró en la casa.
El lobo, al verla entrar, le dijo, escondiéndose debajo de las sabana y pasando la cortina de la ventana para que no entrará casi luz:
-Deja el pastel y la olla con la sopa en la mesa, y acercate para que pueda verte.
La Caperucita Roja se acercó a la cama, y veía a su abuelita un poco rara, y le pregunto:
“¡Abuelita, abuelita, qué brazos grandes tienes!”
-Para abrazarte mejor.
“¡Abuelita, abuelita, qué orejas tan grandes tienes!”
-Para escucharte mejor.
“¡Abuelita, abuelita, qué grandes ojos tienes!”
-Para verte mejor.
“Abuela, ¡qué dientes más grandes tienes!”
– Para comerte mejor…
Y, diciendo estas palabras, este lobo malvado se lanzó sobre Caperucita Roja, y se la comió..
¿Qué podemos aprender de este cuento?:
Los niños y las niñas nunca deben hablar con extraños, aunque esos extraños parezcan encantadores, dulces, educados, y sin malas intenciones, ya que en algunas ocasiones tras ese disfraz de dulzura y amabilidad puede esconderse una persona con malas intenciones, y toda la información que podamos darle la utilizará para hacernos daño.
Charles Perrault
Había una vez un preciosa muchacha que vivía en una pequeña aldea, era ás bonita que jamás se había visto en aquel lugar. Su madre la quería mucho, y su abuela la adoraba aún más. Un día su abuela le regaló una pequeña caperucita roja hecha por ella, y le quedaba tan bien a la linda niña esa caperucita roja que todos la llamaban Caperucita Roja. Un día, su madre, después de cocinar, le dijo: «Caperucita, tienes que ir a ver cómo está tu abuela, porque he oído que ha estado muy enferma.» Cogé una cesta grande, y llévale este pastel y sopa, le vendrá muy bien para mejorar de su enfermedad.
Caperucita Roja se puso en camino de inmediato para llegar lo antes posible, ya que su abuelita vivía en otro pueblo al otro lado del bosque.
Mientras caminaba por el bosque, un lobo la vigilaba escondido entre unos matorrales, era un lobo muy grande y feroz, y tenía una boca muy grande, con la que podía comerse a Caperucita Roja, pero no se atrevió a hacerlo, debido a que unos leñadores estaban trabajando en el bosque.
Pero si que se acercó a Caperucita Roja y le pregunto:
La pobre niña que era muy buena e inocente, y que no sabía que era peligroso hablr con un lobo, le dijo:
-Voy a ver a mi abuela y le llevo un pastel y sopa que a preparado mi madre.
¿Vive lejos? Dijo el lobo.
Al otro lado del bosque, respondió la Caperucita Roja, está más allá del molino que ves allí, en la primera casa del pueblo.
El lobo corrió lo más rápido que pudo, siguiendo un atajo que conocía en el bosque, y la niña siguió el camino que daba un pequeño rodeo, y además se fue entreteniendo recogiendo flores para su abuelita, y corriendo tras las mariposas.
No pasó mucho tiempo antes de que el lobo llegara a la casa de la abuelita.
Golpeó a la puerta: TOC, TOC, TOC
“¿Quién está ahí?”
La buena abuela, que estaba en la cama, porque estaba algo enferma, gritó: “Puedes entrar, la puerta está abierta”.
El lobo entro en la casa, y se lanzo sobre la buena mujer y se la comió en un momento, ya que había pasado más de tres días desde su última comida. Luego cerró la puerta y se metió en la cama de la abuela, esperando a la Caperucita Roja, que llego un rato más tarde y llamó a la puerta: TOC, TOC, TOC.
“¿Quién está ahí?”
El Caperucita Roja, al oír la gran voz del lobo, se asustó; Pero creyendo que su abuelita estaba resfriada y podía tener la voz ronca, respondió:
“Soy tu nieta Caperucita Roja, que te ha traído un pastel y un poco de sopa que mi madre te envía”.
El lobo contesto, suavizando su voz tanto como pudo, ” Entra la puerta está abierta”.
La Caperucita Roja abrió la puerta y entró en la casa.
El lobo, al verla entrar, le dijo, escondiéndose debajo de las sabana y pasando la cortina de la ventana para que no entrará casi luz:
-Deja el pastel y la olla con la sopa en la mesa, y acercate para que pueda verte.
La Caperucita Roja se acercó a la cama, y veía a su abuelita un poco rara, y le pregunto:
“¡Abuelita, abuelita, qué brazos grandes tienes!”
-Para abrazarte mejor.
“¡Abuelita, abuelita, qué orejas tan grandes tienes!”
-Para escucharte mejor.
“¡Abuelita, abuelita, qué grandes ojos tienes!”
-Para verte mejor.
“Abuela, ¡qué dientes más grandes tienes!”
– Para comerte mejor…
Y, diciendo estas palabras, este lobo malvado se lanzó sobre Caperucita Roja, y se la comió..
¿Qué podemos aprender de este cuento?:
Los niños y las niñas nunca deben hablar con extraños, aunque esos extraños parezcan encantadores, dulces, educados, y sin malas intenciones, ya que en algunas ocasiones tras ese disfraz de dulzura y amabilidad puede esconderse una persona con malas intenciones, y toda la información que podamos darle la utilizará para hacernos daño.
Charles Perrault
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